
Los mensajes de WhatsApp se han convertido en algo más que simples conversaciones cotidianas: pueden ser pruebas clave en un juicio. Sin embargo, no basta con mostrar un pantallazo en el tribunal. De hecho, uno de los mayores problemas que existen con las pruebas digitales en juicios es que son rechazadas por no cumplir los requisitos legales. ¿Por qué? Porque los jueces exigen autenticidad, integridad y obtención lícita, tres pilares que las capturas de pantalla no pueden garantizar.
La pregunta es inevitable: ¿cómo es posible convertir una conversación de WhatsApp en una prueba válida en un procedimiento judicial? La respuesta está en la necesidad de certificar conversaciones de whatsapp. Para ello, los profesionales especializados en esta tarea, como los peritos informáticos, son los encargados de analizar los teléfonos móviles, los metadatos, verificar la autenticidad e integridad y emitir dictámenes periciales que respalden la validez de la conversación ante un juez.
¿Quieres saber en detalle qué necesita una conversación para ser admitida por un juez? ¿Por qué las capturas de pantalla suelen ser insuficientes? ¿Cuál es el papel del perito informático en este proceso? Si alguna vez has pensado en utilizar WhatsApp como prueba, esto te interesa. Así que sigue leyendo.
Qué necesita una conversación para ser válida judicialmente
Los tribunales españoles exigen tres requisitos fundamentales para admitir conversaciones de WhatsApp como prueba válida. El primero es la autenticidad: hay que demostrar que los mensajes provienen de quien se afirma que los envió y que no han sido manipulados. Esto incluye identificar inequívocamente al emisor mediante su número de teléfono, nombre de usuario y cualquier elemento que vincule la cuenta con una persona física concreta.
El segundo requisito es la integridad. Las conversaciones deben presentarse completas, no fragmentadas ni seleccionadas parcialmente de forma que alteren el sentido global del intercambio. Un mensaje aislado puede parecer comprometedor, pero su significado, precedido o seguido de otros mensajes, puede cambiar radicalmente. Debido a ello, los jueces rechazan pruebas donde se detecta que se han omitido o mutilado fragmentos de la conversación porque puede desvirtuar la realidad de lo ocurrido.
El tercer requisito es la obtención lícita. Aunque los mensajes sean auténticos y completos, si se obtuvieron vulnerando derechos fundamentales como la intimidad o el secreto de las comunicaciones, serán declarados nulos por el tribunal. Esto afecta especialmente al entorno empresarial, donde incluir empleados en grupos de WhatsApp sin su consentimiento explícito, puede constituir una infracción del Reglamento General de Protección de Datos con sanciones económicas asociadas.
Además de estos tres pilares, la jurisprudencia añade el principio de contradicción: la otra parte debe poder verificar o impugnar la prueba. Esto obliga a quien presenta los mensajes a facilitar acceso al dispositivo original, o a su volcado y a aportar un informe pericial que certifique técnicamente la validez de la conversación. Sin estos elementos, si el demandado o acusado niega los mensajes, el juez carece de instrumentos para determinar quién dice la verdad y habitualmente rechaza la prueba por falta de garantías suficientes.
Por qué no valen las capturas de pantalla en muchos casos
Las capturas de pantalla son frágiles desde el punto de vista técnico y esto es algo que los tribunales conocen perfectamente. Existen aplicaciones y programas de edición que permiten modificar nombres de contactos, fechas, horas o incluso textos completos de mensajes sin dejar rastro visible en la imagen resultante. Además, también existe software específico que simula interfaces de WhatsApp, generando conversaciones completamente falsas con apariencia idéntica a las reales.
Sin embargo, éste no es el único inconveniente. La ausencia de metadatos forenses es el segundo problema a la hora de admitir capturas de pantalla. No en vano, como hemos dicho, es simplemente una imagen estática que no contiene la información técnica subyacente que WhatsApp genera con cada mensaje.
Por ello, es conveniente que, a la hora de presentar una conversación de WhatsApp como prueba, se detallen también los registros de envío, entrega y lectura, los identificadores únicos del dispositivo, así como el hash criptográfico del volcado del terminal. Estos metadatos son los que un perito informático analiza para certificar la autenticidad, pero desaparecen completamente al hacer una captura. Sin ellos, resulta técnicamente imposible verificar que los mensajes son genuinos.
El incumplimiento del principio de contradicción del que hemos hablado antes agrava la situación. Cuando una parte presenta capturas y la otra las niega rotundamente afirmando que nunca envió esos mensajes, el juez se encuentra ante dos versiones contradictorias sin elementos objetivos para decidir. La captura no permite el cotejo de la conversación, no ofrece posibilidad de verificación técnica y no garantiza la integridad de la conversación completa. En ese escenario, los tribunales aplican un criterio restrictivo rechazando la prueba por falta de fiabilidad.
Si bien es cierto que las capturas pueden servir como apoyo orientativo inicial anexo al escrito de demanda o denuncia, nunca serán una prueba única o definitiva. Deben acompañarse siempre del dispositivo original o volcado, puesto a disposición judicial para cotejo de la parte contraria, así como de un informe pericial que certifique, mediante análisis forense, la autenticidad e integridad de los mensajes.
Rol del perito informático en el análisis forense para certificar y validar como prueba una conversación de WhatsApp
El perito informático colegiado es la figura clave para convertir una conversación de WhatsApp en una prueba judicial válida. Su trabajo no se limita a realizar capturas de pantalla, sino que realiza un análisis forense del dispositivo para garantizar que los mensajes son auténticos y no han sido manipulados. Pero, ¿qué hace exactamente un perito?
- Extracción forense de los datos: el perito accede al móvil y recupera los datos de WhatsApp mediante herramientas especializadas. Entre la información recopilada, se incluyen los mensajes borrados (en algunos casos), y los metadatos como horarios o identificadores únicos.
- Hash criptográfico de la evidencia digital: una vez adquiridos los datos, el perito calcula el hash criptográfico de la evidencia, que es una huella digital única generada mediante la combinación de los algoritmos MD5 y SHA-1, o mediante el algoritmo SHA-256 que convierten el contenido en una cadena alfanumérica irrepetible. Cualquier modificación posterior, por mínima que sea, alteraría ese hash. Esto permite sellar temporalmente la evidencia garantizando que, entre el momento de extracción y la presentación judicial, nadie ha manipulado los datos.
- Análisis de la conversación: el análisis de la conversación completa incluye la verificación de la consistencia temporal, la detección de saltos o lagunas que sugieran omisiones, la recuperación de mensajes borrados que puedan aportar contexto (en algunos casos), y la comprobación de que las marcas de tiempo (timestamps), coinciden con los patrones lógicos de uso.
- Emisión de informe: el perito elabora documentación detallada de la cadena de custodia registrando cada paso del proceso, que incluye la identificación del dispositivo mediante IMEI, modelo y sistema operativo, la metodología aplicada, las herramientas utilizadas, la fecha y la hora exacta de cada actuación, etc. El perito estructura toda esta información en un documento técnico-jurídico admisible como prueba judicial, indicando si la conversación es auténtica o manipulada.
Usar los mensajes de WhatsApp como una prueba judicial no es tan sencillo como hacer una captura de pantalla. Para que los mensajes sean admitidos, hay que garantizar su autenticidad, integridad y obtención lícita y, en la mayoría de los casos, esto requiere la intervención de un perito informático. Y esta inversión puede ser el detonante que te ayude a ganar un juicio. Obviamente, es esencial que el perito informático posea las capacidades y la habilitación profesional adecuado, lo cual sólo se garantiza mediante la colegiación.
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