La cinta zaragozana se coronó con la biznaga de oro en el Festival de Málaga y promete ser una de las propuestas nacionales más destacadas en esta atípica temporada condicionada por el virus, nuestro fiel compañero.
A sus once años Celia se pregunta por la segunda venida de Jesucristo. Ansía tener una revelación que resuelva de una vez por todas sus dudas, ofreciéndole alguna certeza a la que agarrarse. Sin saber todavía quién es, mira a aquellas compañeras que comparten su grisáceo y disciplinado círculo escolar. En un ambiente católico como aquel en el que se mueve, hay muchas líneas rojas que no se deben sobrepasar, pero ¿por qué encajonarse en el interior de ellas cuando la gente de su alrededor se permite ser cruel y recurrir a la mentira?
«Pilar Palomero se coloca, junto a Paula Ortiz, entre lo más destacado del cine aragonés»
Las niñas retrata desde su comienzo esa búsqueda de verdad y, en esta línea, de una identidad en construcción. Con sus planos cerrados, en parte como consecuencia de una Zaragoza que en nada se parece a la de 1992, nos introduce de lleno en el microcosmos de estas jóvenes amigas para capturar la instantánea de lo que una vez fue. Gracias a unas interpretaciones sorprendentes de un grupo de chicas en estado de gracia las escenas consiguen un plus de veracidad. La música, el pelo, las voces, los silencios en la iglesia, son hilos conductores de un viaje a ninguna parte, ya que el Dios de Celia, a diferencia del de Marcelino pan y vino, no habla, y no responderá a la carta que ella le dirige al comienzo de la película.
Pilar Palomero se coloca, junto a Paula Ortiz, entre lo más destacado del cine aragonés. Su primer largometraje se asemeja al de otra autora primeriza que sorprendió (y mucho) en la pasada temporada: Belén Funes. Su retrato de Sara en La hija de un ladrón comparte con la apuesta zaragozana el interés por seguir a su protagonista hasta prácticamente leer sus pensamientos. Ambos proyectos son un retrato femenino de primera magnitud en un tiempo que los pide a gritos, y poseen un final contenido de una intensidad tal que hiela los nervios y seca la lengua.
Las niñas concluye con un cierre temático tan sencillo que produce risa, pero ante el cual no queda otra que derramar la lágrima. Tras cien minutos de emoción acumulada el balance no está nada mal: una tregua para una niña que acepta por primera vez vivir en un mundo que es complejo, un soplo de aire fresco para el cine español y un tanto para una directora lo suficientemente madura como para no resolver de manera complaciente ninguna pregunta sin respuesta.
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