La indiferencia es uno de los muchos males que asolan a esta sociedad consumista y hedonista, indiferente y egoísta, que ve a sus miembros morirse podridos en la más absoluta soledad y son hallados, como en este caso, cinco años después del deceso. Más claro, la mujer fue hallada muerta después del aviso de un familiar en su piso de Madrid: cinco años de ausencia injustificada dan para pensar o, lo que es lo mismo, cinco años de total indiferencia, cinco años sin saber ni ver a una persona, cinco años, merecen al menos que nos preocupemos. Finalmente, la mujer aparece muerta.
La muerta había muerto sola, quién sabe si enferma, quien sabe si necesitada, ciertamente ignorada, olvidada, pero muerta. La indiferencia es lo que tiene incluso hasta dentro de la misma familia. La soledad es otro de los males que aquejan al mundo. Vivir en soledad es asistir a un suicidio asistido y cómplice, y consentir que una persona viva en ella, o sobreviva, un crimen de los otros tantos de una sociedad en la que todo vale, la sociedad individualista, la que busca sus propios intereses, porque hoy, que es la era de las tecnologías y de las redes sociales, el hombre está más solo que nunca y no hay forma de satisfacer tanta demanda de cariño porque, definitiva y cruelmente, hemos olvidado al hombre. Como con esta señora. Cinco años de ausencia y la encuentran muerta. Deshumanización total. Nos hemos deshumanizado. No es solo que nos hemos desarraigado de nuestro medio natural convirtiéndonos en sus depravadores y principales enemigos, también hemos perdido la esencia de ser humanos que viven en comunidad unos con otros. Nos hemos convertido en islas desiertas donde cada cual busca su propio interés, su propio rédito.
Vivir en la no indiferencia no es vivir en el chismorreo malsano que busca complacer su propia necedad con el morboso fisgoneo irrespetuoso de quienes quieren controlar la vida de los demás. Chismorrear, el chisme, es la depravación malvada del corazón pervertido y morboso que se deleita entrometiéndose maliciosamente en la intimidad. Vivir rodeado de chismosos tal vez sea peor que vivir en un aislamiento total porque al chismoso le mueve la morbosa curiosidad que jamás le sacia. El chismoso complace con las palabras y de paso también con la mirada, retiene y manipula, ensucia y asesina, vende y humilla. Humanizar una sociedad no es convertirla en chismosa. Nada más perverso, junto con la soledad, que un chismoso en el patio de vecinos. Los chismosos, cuanto más lejos, mejor. El chisme es calumnia. El irrespeto de los sinvergüenzas el arma homicida.
Cinco años y la hallan muerta. El mundo vive entre dos polos: deshumanizado por el individualismo, deshumanizado por el chisme.
El hombre ha olvidado al hombre, le ha vuelto la cara. El hombre es el principal enemigo del hombre y no solo del hombre sino también de su propio hábitat. El hombre ha perdido la cordura. Solo el hombre puede ser así de perverso, de egoísta.
Cuando este artículo se publique pasará inadvertido sumido en el bullicio de la elecciones. El bullicio de las cosas despista. Y estamos despistados, atolondrados, drogados, más muertos que vivos.
Un mundo así no tiene futuro.
La humanidad es responsable de los tantos crímenes y atropellos que se comenten contra sus semejantes. Con tantos adelantos y tantos estudios, y nos hemos convertido en la especie más depravadora, asesina, cruel, malvada e irresponsable del planeta. Hasta para olvidarse de sus semejantes.