Una victoria no es suficiente. En eso Sánchez tiene bastante experiencia. Si bien el resultado que consiguió el PSOE en las elecciones del 28A era bueno -que no óptimo para formar gobierno-, la convocatoria de elecciones no ha hecho más que reforzar una extrema derecha que parece haber pasado desapercibida para muchos. Porque hace 11 meses, a Vox no se le tomaba en cuenta. No estaba en el Congreso. Pero entró con más escaños de los que Ciudadanos ha conseguido en estas elecciones. Y lo hizo formando gobierno en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Ayer los socialistas ganaron las elecciones, pero el clima en Ferraz, su sede nacional, no fue de victoria.
No podía serlo, porque, aunque los resultados fueron mejor de lo que los sondeos vaticinaron (consiguieron finalmente 120 escaños), la formación de gobierno ahora es más complicada si cabe. Ministras y rostros reconocidos del partido pasaron por Ferraz sonrientes, saludando a los curiosos que se acercaron a la sede, pero con paso firme y rápido para no ser cuestionados por periodistas. Las caras de los simpatizantes y militantes, sin embargo, no coincidían con la aparente felicidad de los altos cargos del partido. Miraban espectantes las televisiones repartidas por toda la sede, sin perder ni un solo detalle de lo que estaba pasando en esta segunda noche electoral del año.
En Ferraz no se hablaba, solo se escuchaba el murmullo de los flashes y los periodistas retransmitiendo la jornada para sus correspondientes medios. Sánchez llegó una hora y media más tarde de lo previsto, y sus votantes esperaban una comparecencia sobre el balance de la noche que no llegó. Con el escrutinio al 100% y la victoria en sus manos, el líder socialista estaba llamado a dar su discurso ante más de cien personas que le esperaban cantando a gritos Cayetano, la célebre canción del grupo Carolina Durante, mientras ondeaban cientos de banderas que el partido repartió dentro de la sede.
Todos los rostros célebres estaban preparados para una aparente foto de familia y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, estaba dándolo todo en el escenario improvisado cuando un organizador avisó de que, por la gran afluencia de público que se había desplazado hasta la sede, el presidente en funciones comparecería en la calle. Allí le esperaron centenas de personas que se morían por conseguir una banderita de España mientras esperaban a su líder que tardó en comparecer más de cuarenta minutos. La versión electrónica del himno del PSOE sonaba en bucle, la gente lo taraeaba sin parar y, aunque había ambiente festivo, no fue para nada comparable con lo que pasó en las elecciones del 28A. La decepción fue una de las protagonistas de la noche.
Ayer los simpatizantes gritaron de nuevo «presidente» a Sánchez. Pero se centraron también en hacer saber al partido lo que querían. Lo que en abril fue «con Rivera no», en noviembre ha sido «con Iglesias sí», en un intento de clarificar que «queremos un Gobierno progresista y de izquierdas», según contaron algunos simpatizantes a InfoDiario.es. Pero Sánchez hizo caso omiso y dio un discurso de apenas dos minutos que dejó mucho que desear a sus votantes. Hizo un llamamiento, eso sí, «a todas las fuerzas políticas para formar gobierno, salvo a aquellos que siembran el discurso del odio», argumento por el que se llevó un aplauso que duró casi más que su intervención. Manifestó su objetivo, que ahora sí se correspondía con lo que pedían sus votantes: «esta vez sí o sí vamos a conseguir un gobierno progresista». Aunque los números apuntan lo contrario.
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Foto: María Casanova