La polarización política se ha convertido en uno de los temas más actuales en las sociedades occidentales. España es uno de los países más polarizados del mundo, sin embargo, no es el único que sufre este fenómeno. En los últimos años, los niveles de polarización han aumentado en la mayoría de países provocando no solo una mayor distancia entre los grupos sociales sino también consecuencias institucionales y socioeconómicas.
Antes de nada, es importante abordar el concepto de polarización política. Hace referencia al fenómeno por el que la opinión pública de un país se divide en dos extremos opuestos. En Estados Unidos se refleja en una distancia cada vez mayor entre los votantes republicanos y los demócratas. En Europa, el debate se centra en políticas de inmigración o la integración europea. Concretamente, en España la polarización política lleva años creciendo lo que ha provocado que sea uno de los países más polarizados del mundo.
En nuestro país, la polarización es más intensa en cuestiones identitarias (de carácter ideológico o territorial) que en políticas públicas concretas (política fiscal o la inmigración). Surge como una respuesta emocional. Por ello, nace un nuevo término, polarización afectiva, que responde a cuestiones identitarias y emocionales. Se centra en este caso en la valoración que hacemos sobre miembros de otros bloques ideológicos, o nuestras actitudes hacia ellos por el mero hecho de pertenecer a un grupo similar o distinto al nuestro.
El sociólogo Luis Miller explica que la sociedad española lleva muchos años en una espiral: en 2008 se desata una crisis económica muy dura, seguida de una crisis política y ahora vivimos una crisis sanitaria. Precisamente, son los factores económicos como el desempleo o la desigualdad los que favorecen la polarización. No obstante, no solo se produce a nivel social, sino que también afecta a las instituciones y los partidos políticos. Actualmente, en el Congreso de los Diputados tienen representación más partidos que en toda la era democrática. A pesar de tener una bancada multicolor, los bloques ideológicos están bien definidos por cuestiones ideológicas (derecha-izquierda) y territoriales (centralismo-descentralización).
De hecho, algunos académicos como el politólogo estadounidense de Stanford Morris Fiorina, defienden la hipótesis que es precisamente la mayor polarización de los partidos políticos la que ha marcado el paso y ha provocado un mayor distanciamiento entre las distintas sensibilidades de la sociedad.
Polarización política: un fenómeno global
Un claro ejemplo de polarización política son los resultados de las últimas elecciones de Estados Unidos. La diferencia de votos entre uno y otro candidato eran mínimas en muchos estados, demostrando que la población está dividida en función del color de su papeleta electoral. Los estadounidenses abrazan el ideario del partido al que votan sin excepción al mismo tiempo que aumenta la apatía hacia el votante del otro partido
Pero ¿qué consecuencias tiene la polarización?
Principalmente puede provocar falta de consenso a la hora de llevar a cabo reformas importantes. Recordemos que en España no se han aprobado unos presupuestos generales desde 2018. Una de las consecuencias más recientes y palpables es la falta de consenso en las medidas sanitarias por la Crisis del Covid-19. Las posturas de gobiernos de distinto color ha provocado falta de medidas claras y efectivas para contener los contagios.
La polarización política incide directamente en la confianza social, que disminuye a mayor polarización. Si los ciudadanos no confían en sus instituciones puede generar desafección y apatía hacia la política. Lo que provoca que se alejen de las instituciones y consideren que la política está fuera de su alcance. Cuando los ciudadanos no se ven representados ni confían en sus instituciones, se pierde calidad democrática en un país.
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