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Ansiedad, el gran estigma

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  • La ansiedad es la gran olvidada de las enfermedades. Es uno de los males contemporáneos de Occidente, afecta a millones de personas. Muchos la sufren, pero ni siquiera saben de su existencia

“Me estoy muriendo”. Esas fueron las primeras palabras que Carla pronunció a su madre la primera vez que sufrió un ataque de ansiedad. No sabía lo que le estaba ocurriendo. “De repente, todo mi cuerpo se paralizó, se incapacitó y no podía respirar. Me empezó a doler el brazo izquierdo, y mi cabeza y mi corazón iban más rápido de lo que podían soportar”. Rosa, su madre, la llevó corriendo a urgencias. Una pastilla bajo la lengua, diez minutos en camilla y a casa. Ese fue el diagnóstico del médico que la atendió. Carla se tranquilizó, pero a partir de ese momento no volvió a ser la misma. Esa situación se convirtió en una pesadilla constante.

La ansiedad es un trastorno que acompaña a más de 260 millones de personas a lo largo y ancho del mundo, pero aún sigue siendo una desconocida. Llega cuando menos se espera, ataca y se va para volver cuando le plazca. Prácticamente todas las personas sufrirán algún episodio de ansiedad a lo largo de su vida, pero para muchas otras, la ansiedad dejó de ser un problema menor para convertirse en un trastorno que se repetirá en numerosas ocasiones. Aquí es donde hay que empezar a preocuparse. La psicóloga Carmen Angosto, del centro de psicología EnMente, afirma que “la ansiedad es una respuesta del cuerpo ante situaciones de miedo, y te prepara para actuar ante algo”. La mente lucha contra el miedo, y el cuerpo entra en una tensión que afecta a cada músculo, a nivel cognitivo, fisiológico y motor. Las tres van encadenadas. “En cuanto la cabeza se activa y empiezan a suceder esa serie de pensamientos terribles que tenemos cuando sufrimos la ansiedad, en seguida se dispara el cuerpo”.

A Cristina el Alzheimer de su abuelo le dio más dolores de cabeza de lo habitual. “Cada día me dolía más, ni siquiera podía dormir, y eso me generaba más ansiedad al día siguiente, pero no sabía por qué me estaba pasando eso”. Carmen Angosto cuenta que la parte física es la más fácil de identificar. “Puedo tener palpitaciones, me puede costar respirar, puedo tener sudoración, dolores de cabeza… Es lo que identificamos primero, incluso en la gente que no sabe lo que es la ansiedad. Tenemos que conocer esos pequeños signos de aviso de nuestro cuerpo y nuestra mente para intentar hacer algo lo antes posible y que no derive en un trastorno”.

En principio, lo de Cristina era puntual. La situación estaba siendo difícil y se sentía estresada, pero empezaron los ataques de ansiedad. “Pensaba que lloraba para desahogar todo lo que llevaba dentro y que me atragantaba de todo lo que lloraba, pero iba mucho más allá”. Así fue. La frecuencia con que Cristina sufría estos ataques se fue intensificando, y entonces acudió a su médico de cabecera. “Es muy importante pedir ayuda profesional porque, al contrario de lo que la gente piensa, se puede vivir sin ansiedad y trabajar para que no sea tan incapacitante”, relata la psicóloga. El médico de Cristina la derivó a una psiquiatra que le recetó una medicación que, confiesa, le está ayudando mucho. “Tomo una pastilla por la noche para levantarme sin ansiedad, pero también puedo tomarla para relajarme en momentos de mucha tensión. Además, tomo un antidepresivo que me ayuda a no sentirme bloqueada, a estar feliz y concentrarme mejor”. Pero la medicación no lo es todo. La especialista que nos atiende cuenta la importancia de pedir ayuda profesional: “acudiendo a un psicólogo se puede trabajar con la ansiedad. El problema, a mi modo de ver, es que este trastorno se atiende con medicación. Pero eso no cura, sino que palia los síntomas. Si no hay un trabajo psicológico detrás, la medicación está tapando un problema que, cuando dejas de tomar las pastillas, volverá a ocurrir”.

La autoestima, un factor determinante

La ansiedad puede venir en numerosas ocasiones por una autoestima pobre. Una persona con dificultad para enfrentarse a las cosas, para determinar que no puede hacer algo, es fácil que sienta que el mundo es una amenaza. Así lo cuenta Angosto: “si yo no puedo responder al mundo, no voy a ser capaz de afrontar lo que me venga. Por lo tanto, mi cuerpo y mi mente reaccionan ante esa amenaza con la activación o con depresión”. La autoestima se desarrolla en la infancia y en la adolescencia. Tiene que ver con mensajes que se transmiten a los niños y a los tipos de apego con la figura de crianza, pero también con cómo responden los demás ante las cosas”. La autoestima es, en resumen, “lo que pensamos de nosotros mismos y el valor que le damos”. Cuidarla es un factor muy importante para trabajar la ansiedad.

Aún así, la ansiedad es una enfermedad desconocida. “Es muy difícil matar el estigma de la ansiedad”, confiesa Angosto. Pese a que España es, según la OMS, el cuarto país de Europa con más casos de ansiedad y depresión, y un cuarto de los españoles la padecen, son muchos los pacientes que afirman sentirse incomprendidos por las personas de su alrededor. “Ya estás otra vez. Haces un mundo de cualquier cosa”. Así reaccionó la madre de Fran al primer ataque de ansiedad de su hijo. “Me temblaban las piernas, no podía respirar y me estaba mareando. Solo una persona que sufre ansiedad puede saber cómo se siente alguien cuando tiene una crisis. Yo quería morirme”. Y a Carla, su novio le decía “qué exagerada eres” mientras discutían por algo que él consideraba una tontería. “Para mí, salir de la cama y peinarme por las mañanas ya era un mundo. Ni siquiera sabía si iba a despertar”, admite. Sin embargo, a Cristina tratan de hablarle sobre cosas que saben que le hacen feliz, aunque “a veces se quedan calladas porque saben que estar a mi lado es suficiente. Otras veces me abrazan fuerte para sincronizar mi respiración con la suya”. Lo primero que hay que hacer cuando alguien está sufriendo un ataque de ansiedad, según Angosto, es mantener la calma y estar a su lado. “Es importante separarle de la gente y mantener el contacto físico para transmitir mensajes tranquilizadores”.

La debilidad se asocia en numerosas ocasiones con el trastorno que ocupa estas líneas, pero sendos conceptos no guardan ninguna compatibilidad. De hecho, la psicóloga confiesa que “la ansiedad viene por haberse demostrado fuerte demasiado tiempo. Para mí, este trastorno es una respuesta que no se puede controlar. Lo que la gente no sabe es lo mal que se pasa y lo incapacitante que es. Es un fenómeno totalmente silenciado. No tiene nada que ver con la fortaleza”.

La estigmatización de la ansiedad ha llevado al extremo a personas que podían haberse tratado con ayuda de un profesional. Ha hecho también que, lo que en principio era un trastorno leve se convierta después en una depresión difícil de superar. La desinformación y el miedo a hablar sobre sentimientos en una sociedad que presume de ser abierta ha hecho crecer la enfermedad del siglo XXI, la compañera de vida de miles de personas que se aferran a la premisa de “estoy bien” para no tener que explicar lo que realmente les está pasando.

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