- Cada vez más cerca de una nueva “ley trans” para el cambio de género
Durante siglos, el género y sus roles se han construido como un corsé asfixiante para muchos, aunque nos aprieta a todos. El género, a diferencia del sexo, es una construcción social formada por comportamientos, formas de expresión, gestos, prendas y costumbres asociadas a lo masculino o a lo femenino. Tal y como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) estos conceptos sociales determinan lo que es adecuado para cada género en el marco de cierta cultura. En este sistema binario se arraiga la diferenciación entre hombres y mujeres que ha constituido un sistema desigual. La sociedad dividida en dos, la fuerza y la emoción, el trabajo y el cuidado de los hijos, el mandar y el obedecer. Un sistema encorsetado en el que parecía no haber cabida para opciones b, c o d, para personas LGTBA+.
Tradicionalmente, el sexo biológico, determinado por los genitales al nacer, ha ido ligado al género, genitales masculinos a hombre y femeninos a mujer. Sin embargo, eso no significa que no haya habido personas antes del siglo XXI que han sufrido por esta asunción. En 1830 Nikolaus Friedreich estudió la identidad de género por primera vez, desde un enfoque patológico como trastornos de la identidad, Jean Étienne Dominique Esquirol (1840), Richard von Krafft-Ebing (1892) y Moll (1892) continuaron las investigaciones en este sentido durante el resto del siglo XIX. A comienzos del XX, Henry Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld (1910) dieron lugar al cuadro clínico de travestismo. En España, Constancio Bernaldo de Quirós y José M. Llanas Aguilaniedo describían en su estudio psicológico La Mala Vida en Madrid personas con feminismo y masculinismo.
El texto está expuesto en la colección Invitadas del Museo del Prado, junto al cuadro La jaula de José María López Mezquita en el que se observa una persona con vello facial y rasgos masculinos usando un vestido dentro de un prostíbulo.
“No me gustaba el pronombre ella, quería que me llamaran él. Siempre se me corregía. Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, siempre respondía con las versiones masculinas de las cosas”
Todas estas evidencias históricas señalan que no se trata de una novedad, ni tampoco de una moda. La asociación de cierto sexo biológico a un género supone la socialización entorno a este, es decir, desde que se asume que un bebé es niño o niña el mecanismo social para transmitir los valores y conceptos asociados a su género comienza a rodar. Con frecuencia, las personas trans confiesan haberse sentido fuera de lugar o “que algo en ellos no iba bien” desde pequeñas. La respuesta a sus interrogantes se dilata en el tiempo, debido a la falta de referentes y de visibilización del colectivo transgénero. “Al principio, cuando eres muy chiqui no te das cuenta, pero poco a poco ves las costuras. No me gustaba el pronombre ella, quería que me llamaran él. Siempre se me corregía. Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, siempre respondía con las versiones masculinas de las cosas”, comenta Esther. Es el momento en el que la identidad de género comienza a chocar con el género asignado socialmente.
Identidad de género
El sistema binario tradicional comprende dos géneros, hombre y mujer. Sin embargo, el género se trata de un espectro mucho más amplio, en el que caben personas no binarias, género fluido o bigénero. La identidad de género es la percepción individual de uno mismo. En el caso de las personas trans esta se distancia del género asignado al nacer. Sin embargo, no hay una transición de género estipulada, ni todas las personas tienen que seguir los mismos pasos, sino que como se trata de una percepción individual, cada persona debe decidir en qué punto se siente cómoda.
Con frecuencia, las personas transgénero han sido ligadas directamente al término transexual en el ideario colectivo, sin embargo, esta comunidad trata de que esta diferenciación desaparezca, dado que le dota de importancia a las modificaciones físicas como si estas fuesen el culmen del proceso cuando no es así. Aunque otras personas si pueden desarrollar una dismorfia corporal y querer llevar a cabo intervenciones para modificar sus rasgos físicos o cambiar sus genitales en función de su género. Solo 10 comunidades autónomas en España tienen legislación en este sentido, de manera que el sistema público de salud financie al menos la masculinización del tórax, el aumento de pecho o el proceso quirúrgico genital.
En España, actualmente el cambio de sexo administrativo se lleva a cabo en base a la Ley 3/2007 de 15 de marzo, Reguladora de la Rectificación Registral Relativa al Sexo de las Personas, esta va ligada al cambio de nombre. La regla establece que cualquier español, mayor de edad y con capacidad para ello puede acceder este trámite, sin embargo, los requisitos resultan indignantes para buena parte del colectivo trans. La persona que solicita el cambio de sexo ha debido ser diagnosticada de disforia de género, es decir, disonancia entre el sexo morfológico y la identidad de género sentida. Además, debe corroborarse la ausencia de trastornos de la personalidad que pudiesen influir en la decisión. Y en segundo lugar, la persona debe haberse sometido a un tratamiento de hormonal para “acomodar sus características físicas a las correspondientes del sexo reclamado” aunque en ningún caso una cirugía de reasignación sexual. Este es el punto más discutido desde el colectivo LGTBA+ dado que parece concebir únicamente la transición transgénero dentro del sistema binario hombre-mujer. El requisito de los años de hormonación implica que el proceso se extiende de media, unos tres años entre el tratamiento y la tramitación administrativa. Aunque las modificaciones físicas no se encuentran entre los requisitos para llevar a cabo el cambio de sexo administrativo, con frecuencia las personas trans denuncian haberse sentido “invitadas” sino presionadas para hacer modificaciones en su cuerpo y así “avanzar en su transición”.
“No he querido arriesgar a ir por el sistema público, porque siempre estamos muy expuestes al “buen hacer” de la persona profesional que nos toque, y esto significa enfrentarse a situaciones que muchas veces son desagradables y pasan por juicios ajenos, missgender…”
Problemas que enfrenta el colectivo trans
A pesar de que la medicina estética parece avanzar a pasos agigantados en materia de reasignación de sexo, no lo hace la formación de los médicos de familia en este sentido. Además, persisten ciertas incongruencias en el sistema sanitario como la dificultad y en ocasiones imposibilidad de solicitar una cita en ginecología por parte de hombres trans que no han querido someterse a una intervención genital. Este problema se agrava en el caso de que un hombre trans decida gestar, es decir, tener un hijo biológico en un sistema que no contempla esta opción. Su transición se traduce en trabas para acceder al área de reproducción asistida, Rubén confiesa que su caso se tuvo que plantear en el comité ético de su hospital. Finalmente, consiguió el acceso a esta unidad gracias a la Ley Trans de la Comunidad de Madrid de 2016. Sin embargo, para el seguimiento de su embarazo se decidió por la vía privada. “No he querido arriesgar a ir por el sistema público, porque siempre estamos muy expuestes al “buen hacer” de la persona profesional que nos toque, y esto significa enfrentarse a situaciones que muchas veces son desagradables y pasan por juicios ajenos, missgender…”
“El 31% de las personas trans encuestadas fueron acosadas, el 42% sufrieron negación al acceso laboral y el 16% fue víctima de agresiones”
Las activistas del colectivo trans también denuncian el conjunto de problemas que enfrentan en el mundo laboral. Con una tasa de desempleo del 85%, muchas se encuentran en situación de exclusión social. Además, manifiestan una dificultad de mantener el puesto de trabajo durante el proceso de reasignación por las frecuentes citas médicas, la necesidad de trasladarse de territorio si se reside en una región donde no se financian las intervenciones quirúrgicas y los problemas para el uso de los espacios comunes como baños y vestuarios. Todo ello unido a la discriminación en el puesto de trabajo, que muchas veces se acentúa si es anterior al inicio de la transición. Según datos de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales el 31% de las personas trans encuestadas fueron acosadas, el 42% sufrieron negación al acceso laboral y el 16% fue víctima de agresiones.
Nueva ley trans
El ejecutivo actual quiere responder a todos estos problemas a través de la nueva “ley trans” impulsada desde el Ministerio de Igualdad que encabeza Irene Montero. Tras un periodo de aportaciones ciudadanas en el que aseguran, el 96% de las participaciones fueron positivas, el gobierno quiere presentar el texto de ley el próximo enero. Con esta reforma se eliminaría el requisito de acreditar la disforia de género mediante un informe médico y el de ser mayor de edad, así como la necesidad de someterse a un tratamiento hormonal. De esta manera, la persona que lo desee podría cambiar su sexo en el Registro Civil solo con declarar su identidad sentida.
Según el Eurobarómetro sobre Discriminación de la Comisión Europea (2019) España es el país con más población a favor de que las personas trans tengan la oportunidad de cambiar su sexo administrativo con el correspondiente a su identidad sentida, un 83% frente a la media europea del 53%. El colectivo trans se muestra esperanzado respecto a esta reforma que puede ayudar a aflojar las tiras del corsé del sistema binario tradicionalmente inculcado y desprenderse al fin de la concepción patológica que ha arrastrado a través de los siglos la concepción transgénero.
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