Hay personas que comen para calmar su ansiedad o estrés, aliviar periodos de tristeza o ante situaciones que no son capaces de gestionar. El hambre emocional es comer sin hambre real, un impulso que muchas veces es difícil de identificar y controlar.
Existen varias señales que pueden ayudar a identificar el hambre emocional más allá de la falta de hambre fisiológica. A menudo, surge un sentimiento de tristeza tras producirse la ingesta, dado que la comida no consigue paliar el origen del problema. Este puede verse acompañado por la culpa de haber consumido una gran cantidad de calorías sin haber conseguido el objetivo de sentirse mejor o al menos, quedar satisfechos.
El hambre emocional como objeto de estudio, tiene su origen en la psicosomática proveniente del psicoanálisis. Esta teoría ha sido desarrollada en el ámbito nutricional por los autores Kaplan y Kaplan. Estos asocian el hambre emocional como respuesta a emociones negativas, con una disfunción del organismo. Nuestro cuerpo, ante situaciones de ansiedad tiende a reducir el apetito y activar el Sistema Nervioso Simpático (SNS), de manera que el el fluido sanguíneo se reconduce hacia el aparato digestivo.
Con frecuencia, las personas que lo padecen acuden a alimentos azucarados o hipercalóricos, ya que que las comidas con más grasas son las que aportan un mayor grado de satisfacción. El consumo de estas comidas denominadas food comfort o comidas reconfortantes, están directamente relacionadas con la sobrealimentación, lo que podría derivar en sobrepeso.
Ganley, en su último estudio al respecto, concluyó que 3/4 de las personas con exceso de peso padecen hambre emocional. Además, al poner el foco en el género, se observa que un mayor porcentaje de mujeres sufre hambre emocional frente a los hombres. Sin embargo, las cifras varían en función del estudio que tomemos como referencia.
Cómo solucionar el hambre emocional
Algunos de las recomendaciones para combatirlo son seguir una pauta alimentaria a través de un menú, elegir opciones saludables pero saciantes, evitar el azúcar refinado, dado que está altamente relacionado con el desarrollo del hambre emocional. Además, la práctica de ejercicio físico puede ayudar a canalizar las emociones y reducir la ansiedad que suele ser el origen de este problema. No obstante, la mejor opción siempre va a ser acudir a un profesional que te ayude a identificar y tratar el problema de base que está generando el hambre emocional.
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