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Greta Van Fleet y la vuelta a los años 70

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Foto: Mila Checarelli Fotógrafo

Para aquella franja de la población, en la que me incluyo, que sueña haber vivido en una época más analógica, en la que el reggaetón no fuese la música que escuchan los jóvenes y en la que los sintetizadores y cajas de ritmos se sustituyesen por guitarras enchufadas a amplificadores puestos a todo volumen, ver a Greta Van Fleet en directo es lo más cerca que se puede estar de esos tiempos que tan nostálgicamente recordamos y nos hubiesen gustado presenciar.

Lo que ocurrió en la última jornada del Mad Cool Festival durante el concierto de los americanos fue algo excepcional. Un compendio de edades en armonía se daba cita desde el final del concierto de The 1975 en el tercer escenario para coger sitio y no perderse la primera visita de Greta Van Fleet en España, un cambio de tesitura entre las dos bandas bastante ancho.

Con cinco minutos de retraso de la hora prevista, salían lanzando flores y haciendo ruido al escenario los tres hermanos Kiszka, Josh (voz), Sam (bajo y teclas) y Jake (guitarra) junto al cuarto miembro, Danny Wagner (batería). Y entonces suena Safari Song, el éxito que los lanzó a la fama y que en poco más de dos años los ha llevado a lo alto de las listas mundiales.

Los veinteañeros, ninguno supera los 23 años, repasaron los temas más sólidos de su EP From The Fires, ganador del Grammy al Mejor álbum de rock en 2019: Flower Power, Black Smoke Rising y Highway Tune, además del tema que abrió la actuación. Era como transportarse en el pasado a esos conciertos interminables, en el buen sentido, con solos de batería, canciones de 15 minutos de duración alargadas por recitales de guitarra de los que ya no se ven o melodías de órgano dulces y envolventes.

Sonó también Watching Over, de su último trabajo con temas más flojos y algo menos pegadizos que los del EP galardonado. When The Curtain Falls fue la encargada de cerrar la noche. El sonido flojeó hasta el final sobre todo en la parte delantera de la pista donde una bola de bajos junto con el bombo de la batería tapaba los agudos de la tremenda voz postadolescente que es una réplica en miniatura de la de Robert Plant y los de la guitarra del segundo hermano que, salvando diferencias evidentes, quería maquillarse como el sonido de Jimmy Page.

Si hay que salvar al rock de algo, desde luego Greta Van Fleet son los más indicados para pasar el legado a las generaciones jóvenes. Nos quejamos de que el rock se pierde y se muere, pero cuando llega una banda como Greta Van Fleet nos dedicamos a desacreditarla. Con una aparente facilidad para acercar el público a sus manos, los americanos desprenden una energía que sin duda les falta a las viejas estrellas del rock que durante y después de sus conciertos, a sus más de 60 años, necesitan bombonas de oxígeno para poder seguir en pie.

 

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