Fue a finales de septiembre cuando Darío Villanueva, el 30 director de la Real Academia Española (RAE), anunció que no volvería a presentarse como candidato a director de la misma. Mañana, 13 de diciembre, tienen lugar las elecciones de diversos cargos de la institución, entre ellos el de director. La votación es secreta y todos los académicos número son candidatos al cargo. Villanueva, junto a su encargada de comunicación, nos recibe en su despacho en la sede de la RAE en Madrid. Sede, huelga decir, desierta en un miércoles por la tarde. Entre bromas, nos sentamos con el máximo cargo de la RAE para repasar su carrera en la institución.
Pregunta. ¿Cómo han ido sus cuatro años al frente de la institución, tanto positivamente como negativamente?
Respuesta. Es obvio que los balances los tienen que hacer otros. Yo siempre digo que me ha tocado la dirección, a los años que sumo como secretario, de la Academia en un momento especialmente difícil. Entré en la Academia en junio de 2008 y en septiembre quebró Lehman Brothers. Me he tenido que tragar nueve años de gestión en medio de una crisis económica profunda. Y esta Academia no tiene problema por los costes de los académicos, que solo cobran una retribución por la sesión a la que acuden, sino en la plantilla de, en este momento, 89 personas, que son muy cualificadas, a la que hay que retribuir todos los meses.
Estoy satisfecho porque quería, en primer lugar, mantener en medio de la tempestad a la Academia sin deudas, que se ha hecho perfectamente. Luego quería avanzar en una línea que se resume en una frase: “hacer la Academia de los nativos digitales”. Estamos en una sociedad en la que la tecnología ha producido y está produciendo unos cambios significativos y esos cambios también afectan a la lengua, a la comunicación y marcan una frontera. La academia tiene que pensar precisamente en vosotros, sin renunciar a lo otro. Hemos potenciado la oferta de los servicios lingüísticos en la red y hemos creado una plataforma de servicios lingüísticos interactivos, que se llama Enclave Rae, que no hay ninguna cosa semejante en ninguna otra lengua.
Otra dimensión, la más grata para mí, es la dimensión del español como lengua global. Estamos pendientes de la creación de la vigesimocuarta Academia, que será la del Judeoespañol, en el Estado de Israel. Nosotros no trabajamos para el español de España sino para un español que es la segunda lengua del mundo por número de hablantes latinos y la tercera por el número de hablantes globales. Esto es lo más grato, lo más satisfactorio porque ahí es donde se ve la fuerza enorme que el español ha ido cobrando y que es creciente.
P. ¿Qué le ha faltado por conseguir?
R. La consolidación de la sostenibilidad económica de la Academia. Después de haberlo intentado por todos los medios, no puedo decir en este momento que la Academia sea sostenible económicamente en los años próximos. El Estado rebajó un 60% su aportación, la Fundación pro-RAE ha disminuido también un 60% la aportación que tenía a la Academia, los patrocinadores que la Academia tenía algunos han permanecido pero otros se han ido y la venta de nuestras obras ha descendido.
P. Ese dato del 60% ya lo conocíamos ¿de alguna forma la RAE se siente desprotegida?¿Ha habido algún tipo de ruptura entre el Estado y la institución?
R. Todo esto hay que encuadrarlo en la crisis económica. Nos hemos tenido que buscar la vida. Yo no personalizaría como una especie de abandono por parte del Estado de la Academia. En mi experiencia hay una especie de mal sabor de boca. A veces parece que en la agenda de los políticos españoles, independientemente de los partidos, el tema de la cultura y de la lengua simplemente no está. Y las palabras buenas no faltan, pero del dicho al hecho hay trecho. La cultura es un elemento fundamental en la configuración de una sociedad, es un activo, es una inversión y no digamos en el caso del español la lengua. Ahí yo no me voy satisfecho.
El español no es un producto exclusivo de España
P. La obra majestuosa de El Quijote emplea 26.000 palabras distintas. Según un artículo de El Mundo, el número de palabras que utilizamos de media es 5.000 y esa cifra en los jóvenes se reduce en gran cantidad ¿se está empobreciendo el caudal léxico?
R. Sí, pero no porque no lo diga yo sino un estudio de pedagogos y sociólogos. Parece ser que con 500 palabras mucha gente resuelve todos sus problemas expresivos. Esto es preocupante porque sin duda alguna es muy empobrecedor por aquello que hay que contar. Lo vinculo de manera inmediata por una parte a la influencia de algunos medios de comunicación muy poderosos que parece como si contribuyeran al empobrecimiento lingüístico de sus oyentes o videoespectadores. Pero también hay que tener en cuenta la educación. Uno de los objetivos fundamentales de un sistema educativo es enseñar la lengua o las lenguas propias de un ciudadano. Si resulta que con tantos recursos al final las personas cuando llegan al final de la adolescencia funcionan con 500 palabras, algo no se está haciendo bien.
P. Ha nombrado a los medios de comunicación como una de las causas de esta falta de léxico. Cuando en la prensa, radio o televisión ve o escucha una falta de ortografía ¿cómo se siente?
R. Yo siempre rompo una lanza a favor de los profesionales de la comunicación y nunca quiero generalizar. Los profesionales auténticos de los medios de comunicación son individuos que conocen muy bien el instrumento con el que trabajan y utilizan, pero es que ahora en los medios hay una especie de infiltrados que están haciéndole mucho daño a la lengua. Para mí es una tortura, y de vez en cuando lo hago para flagelarme, ver un reality show durante un rato porque se me cae el alma a los pies por lo que dicen, por lo que parece que piensan y por las palabras que utilizan. Y somos muy miméticos, enseguida copiamos lo que vemos porque, además, los que salen en televisión tienen un áurea de prestigio porque salen en la tele. Es todo tautológico.
P. ¿Ese empobrecimiento léxico del que estamos hablando tiene también que ver con el uso creciente de las redes sociales donde cada vez se pretende contar más con menos?
R. En principio las redes sociales están favoreciendo mucho la comunicación y algo que se estaba perdiendo, la ‘galaxia Gutenberg’ como la llama Marshall MacLuhan. La escritura comienza a recuperar espacio porque las redes sociales se basan fundamentalmente en la escritura. El hecho de la limitación de caracteres en sí no tiene porqué ser malo porque la concisión es una virtud en cualquier acto expresivo. De hecho, una de las características de la poesía es la concisión. En el soneto, de 14 versos y 11 sílabas, los grandes poetas han dicho todo lo que han querido decir y más. Hay comunicaciones muy pobres excesivamente en las redes sociales pero eso tiene más que ver con lo que la persona tiene que decir que con el modo en que lo dice. La poesía está teniendo precisamente ahora un renacer en las redes sociales, la ciberpoesía. Personas que nunca en la vida hubieran comprado un libro de poesía lo compran.
P. Con actualmente la “revolución feminista” que se está viviendo ¿cómo la Academia explica que tan solo ocho de los 46 miembros número sean mujeres?
R. Lo explica por un gran error que la Academia cometió en el siglo XIX al negarle la entrada a grandes escritoras que en ese siglo hubiesen merecido entrar en la Academia como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán. Fue un pecado original que lastró lo que hubiese sido la lógica y necesaria incorporación de las escritoras y filólogas a la Academia en el siglo XIX. Ahora estamos intentando ganar tiempo, de hecho, de esas ocho mujeres actuales en la Academia, seis fueron elegidas en los últimos siete años. Hay escritoras, filólogas, poetas, novelistas, dramaturgas, directoras de cine, filósofas, historiadoras extraordinarias que podrían estar perfectamente en la Academia y no lo están.
P. Portavoz, portavoza, nutricionista, nutricionisto, de todos y todas, todes…
R. Esto es lo que los argentinos llaman un quilombo. Se está montando un follón en el que parece que todo es posible y se está perdiendo el oremus, el criterio, a base de una confusión verdaderamente incomprensible entre dos cosas: el género gramatical y el sexo biológico, que son dos cosas distintas. Si tú pones ‘@’ o ‘x’ a ver cómo pronuncias eso. El caso de la ‘e’, donde en vez de decir burro y burra hay que decir burre es curioso porque nosotros decimos señores y señoras, la ‘e’ ya está y, sin embargo, no sirve. Todo esto iría creando entropía, confusión, desorden y se juega frívolamente con la lengua, que es un ecosistema. Intentar violentar el idioma en función de este objetivo es un error enorme, aparte de que tiene poco recorrido. Todos tenemos un sentido común de nuestra lengua que no hace falta haber hecho estudios de filología para tenerlo. Ese sentido común es más poderoso que una pulsión ideológica que haga propuestas como portavoza, miembra o nutricionisto o todes.
P. Hubo una petición del Gobierno para revisar la Constitución e introducir el lenguaje inclusivo ¿cómo va?
R. Se ha creado en el mes de julio una comisión de dos académicas y dos académicos que han estado trabajando y que ya han concluido con un primer informe. Lo que sí la Academia tiene perfectamente claro es que este no es un tema urgente, es decir, no hay ningún proceso constituyente abierto. Estamos haciendo un estudio del lenguaje inclusivo y su consideración a la luz de lo que es el texto de la Constitución Española. Pero en fin, el país tiene cosas más importantes que atender ahora, nosotros estamos trabajando a nuestro ritmo con seriedad y dentro de unas semanas tendremos ya el documento que emitiremos.
He cubierto todo el terreno que he podido pero no todo. Para que la academia siga haciendo lo que siempre ha hecho ahora es necesario que haya una infraestructura, casi diríamos empresarial, que lo sostenga.
P. ¿Qué considera de las cerca de 200.000 firmas que se han creado en la plataforma Change.org bajo el título “Rae: la mujer no es el sexo débil”?
R. El problema está en que eso no es un invento de la RAE, en todas las lenguas hay una expresión semejante, lo cual quiere decir que eso no se ha inventado. La Academia lo que hace es recoger lo que existe en la lengua, y nosotros tenemos documentación de esa expresión sobradísima, incluso en textos de escritoras como Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal. Entonces ¿qué pretenden esas firmas, que nosotros censuremos a los hablantes del español? No, eso no lo vamos a hacer nunca y la gente tiene que entenderlo. Las palabras sirven para ser correctos, para ser educados, pero sirven también para ser canallas. Sirven para insultar y también para elogiar. El diccionario tiene que recogerlo todo. No podemos hacer solo un diccionario de las palabras bonitas. Los lexicógrafos recogen lo que existe y lo documentan y eso tiene que estar en el diccionario.
P. Ayer mismo leí un artículo de La Vanguardia sobre Santiago Muñoz Machado, ganador del Premio de Historia con su libro. En este hace una crítica al Gobierno anterior porque él considera que hubo un intento de apropiación del español introduciéndolo en la Marca España. Él alega que el español no es propiedad de nadie y que no se puede tratar como un instrumento mercantil. ¿Comparte esa crítica?
R. Eso que Santiago Muñoz Machado dice en su libro lo dije inmediatamente cuando se hizo pública la medida del Gobierno, que fue a principios de este año. Desde el principio dije que eso era un error total y absoluto porque Marca España es algo muy legítimo para defender los intereses comerciales de nuestro país en función de sus productos pero el español no es un producto exclusivo de España. Es un producto compartido por todos los países que hablamos español. España es una más dentro de los países que hablan español, una más que representa el 8% del total. Fui fulminantemente militante en criticar esa decisión que se tomó, que por suerte se ha quedado en un agua de borrajas, tenía muy poco recorrido.
P. Usted dijo que la RAE necesitaba un director con un perfil empresarial y de gestión. ¿En qué ese cambio de perfil podría modificar la escena en la que actualmente se encuentra la RAE?
R. Hay una razón obvia: yo no he sido nunca empresario. Algo de experiencia en eso tengo pero nunca he sido empresario, ni quiero serlo ni lo voy a ser. Entonces, el director nuevo si puede tener esa faceta por su experiencia previa más lograda que en mi caso, estupendo. Históricamente el director de la academia tenía que ser una figura de prestigio intelectual, tenía que ser alguien con dotes diplomáticas y también institucionales pero ahora, a eso que sigue vigente, hay que añadir una dimensión verdaderamente de empresa. Alguien que está al frente de una entidad y que tiene una plantilla de 79 personas tiene que buscarse los recursos para atender a todo esto, tiene que tener dotes especiales en ese terreno. Creo que he cubierto todo el terreno que he podido pero no todo. Para que la academia siga haciendo lo que siempre ha hecho ahora es necesario que haya una infraestructura, casi diríamos empresarial, que lo sostenga.
P. ¿Quién considera puede ser el próximo presidente o presidenta de la RAE?
R. Evidentemente, yo hablo de perfiles, no puedo hablar de personas. Tengo mi concepto de perfil y otros académicos pueden tener otro y así lo manifestarán a la hora de la votación. Tengo mis opciones y votaré a una persona solo pero es lógico que eso queda dentro de mi fuero interno. Todos los académicos son candidatos menos yo, que he anunciado que no lo soy, por lo tanto entre ellos habrá que buscar.
Ahora estamos trabajando para un diccionario que realmente es una refundación del diccionario de la Academia
P. ¿Está la RAE cerca de los jóvenes?
R. Es una pregunta a la que podemos responder con una serie de datos: si nosotros tenemos 1.300.000 seguidores en Twitter, supongo que no todos serán mayores de 50 años, habrá alguno que a lo mejor tiene 30, a lo mejor hay alguien despistado que tenga 20. Si nosotros tenemos 60 millones de consultas al diccionario cada mes, alguna vendrá de una persona joven. En todo caso, el sistema está a disposición de los jóvenes. Las consultas que nos hacen sobre cuestiones de lengua y de ortografía muchas veces simplemente por el enunciado nos damos cuenta de que nos las hacen personas jóvenes que tienen que resolver un problema en una tarea, en un trabajo que presentan a su profesor universitario, etc. Aparte de esto, hemos hecho una versión de El Quijote acomodada a un público joven. Es una edición que se está vendiendo mucho, que se ha traducido ya al rumano y al italiano. Es un Quijote para que los más jóvenes puedan entrar a leerlo y luego ya den el salto al Quijote canónico. En fin, son los datos que yo puedo esgrimir para hablar de que sí es cierto que, entre los académicos, predominan más bien los talluditos, eso es evidente. Para ser académico se necesita quizás un poquito de tiempo para hacer algunas cosas y experiencia también.
P. Usted dijo en una entrevista que no todo el español está en el diccionario. De hecho, al comienzo de la entrevista ha comentado que tiene 93.000 palabras. ¿Dónde está el español en su conjunto?
R. En la mente y en la boca de todos los que hablamos español, que somos los dueños del idioma y la suma de todas nuestras aportaciones es lo que constituye el conjunto del español, que es algo que los diccionarios nunca serán capaces de reflejar en su totalidad. Ahora estamos trabajando para un diccionario que realmente es una refundación del diccionario de la Academia que lleva publicándose cuatro siglos. Va a ser un diccionario de concepción digital desde el principio de manera que la cuestión del espacio ya no será un problema porque puedes meter todas las palabras que quieras. Tampoco habrá que limitar las informaciones que demos en cada palabra o acepción. Por ejemplo, podremos incluir la huella sonora de la palabra, toda la documentación conexa, las citas, las referencias, incluso información de tipo gráfico (por ejemplo en la palabra gorrión añadir una foto e incluso un video donde el gorrión esté en vida). Las posibilidades son extraordinarias en ese diccionario de nativos digitales al que nos estamos dedicando ahora.
P. ¿Y hay fecha de lanzamiento?
R. No. Lo que tenemos es, como en lexicografía se llama, la planta del diccionario, que es digamos la estructura, la concepción y el manual de trabajo. A partir de ahora hay mucho trabajo que hacer y no quiero ponerle fecha a esto. Para aliviar la espera hasta que aparezca ese diccionario, esa presión, todos los años en diciembre vamos a incorporar modificaciones al diccionario en línea actual y además las hacemos públicas. Ya lo hicimos el año pasado y este año estamos acabando de presentar lo que será una entrega.
P. Con todo eso que dice ¿está la lengua más viva que nunca?
R. Las lenguas están muy vivas hasta que mueren, porque también mueren. Mueren en el momento en el que el último hablante fallece. Por supuesto queda el registro de lo que la lengua fue. Eso nos pasó con el latín. Quedan los textos del latín, eso sí no conversamos registros sonoros de Cicerón y de Catulo. Pero ahora sí. De una lengua muerta podemos conservar registros sonoros. Si eso es así, una lengua que es la segunda por el número de hablantes nativos como es el español, goza de una vitalidad y de una salud gratamente admirable. No debemos preocuparnos por el momento de la muerte del español. Creo que ninguno de nosotros vamos a enterrarlo. Antes nos enterrará el español a nosotros.
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[…] Puedes leer la entrevista con Darío Villanueva, actual director de la RAE, aquí. […]