Ciento setenta mil millones de dólares puede llegar a mover el negocio del agua embotellada según algunos estudios. Botellas de plástico que requieren para su fabricación 100 ml de petróleo, 80 gr de carbón, 42 l de gas natural y 2 de agua natural, de forma que, el consumo anual de botellas de agua embotellada podría mantener un millón de automóviles corriendo durante 12 meses. Si tenemos en cuenta el final de esas botellas y que tardan 1000 años en degradarse, el impacto ambiental de arrojar a la basura una sola botella es catastrófico. Mucho más si, esa botellas y esos plásticos, son arrojados al campo o a la mar. El negocio del agua embotellada se ha convertido en un importante factor negativo medioambiental, habida cuenta de que el agua potable de los grifos cuentan con rigurosos controles sanitarios y, por ello, cuenta con mucha más seguridad que la mayoría de las las aguas embotelladas que compramos en los supermercados.
La Unión Europea recomienda beber agua del grifo: es mucho más ecológico y, como señalé, también seguro. Barata y al alcance de la mano. El 99,5 % del agua que corre por las tuberías de nuestro país es totalmente apta para el consumo humano. ¿Por qué, entonces, nos resistimos a consumirla? ¿Somos conscientes de su alto nivel contaminante y sus consecuencias? Me parece a mí que del todo no. Seguimos enganchados al agua embotellada tal y como si desprestigiáramos a las del grifo por verla de menos calidad.
El llamamiento de la institución europea es una oportunidad fácil, cómoda y asequible para contribuir a no dañar el planeta y su desgaste. Beber agua del grifo, así de fácil. Reducir, en lo máximo, el plástico, el embotellamiento, el desperdicio…
Nosotros somos responsables de nuestro medioambiente y de nuestros esfuerzos, pequeños, depende en gran medida su conservación y su restauración. La degradación a la que está sometido es un problema de primer orden, experimentamos sus consecuencias y poco queda decir de ella. Pero podemos colaborar y trabajar por remediar, en lo que se pueda, su agonía certera y acelerada: empecemos por el agua, por la del grifo, por el redescubrimiento de ese lujo del agua corriente del que carecen muchos más de los que nosotros nos creemos.
Reduzcan las botellas de plástico. Por ustedes, por sus hijos y por sus nietos. Y, por supuesto, no las arrojen al campo, ni a los ríos, ni a los mares.
Salvemos al planeta, reverdezcamos nuestros paisajes. Gestos sencillos y al alcance: menos botellas de plástico, menos bolsas, menos consumo de agua embotellada.
Agua sí, pero también de la que circula por nuestras tuberías. Un primer paso y una primera tarea.
Totalmente sencilla. Totalmente necesario.
Foto: Ecologíaverde.com