El otro día estaba hablando con un colega y me dijo que había escrito una crítica sobre Pequeña Flor. Le pregunté si no pasaría con Pequeña Flor y Argentina 1985 como con La conversación y El Padrino que se estrenaron también el mismo año y una eclipsó a la otra. A mí me gusta más La conversación, y mi colega me dijo que le había interesado más la pequeña comedia que es Pequeña Flor que el gran drama que es Argentina 1985. Hablamos con Santiago Mitre.
Pregunta. ¿Cómo crees que dialogan estas películas tuyas tan diferentes pero estrenadas con escasos meses de diferencia este 2022?
Santiago Mitre. No estaban pensadas como diálogo. Pequeña Flor se filmó en 2020, mucho antes que Argentina 1985. Dos semanas después de terminar el rodaje nos encerraron a todos por la pandemia. La posproducción duró año y medio, y claro, no sabíamos cómo estrenarla con todas las complicaciones de que fuese una coproducción de varios países. El panorama era desolador. Se juntó con la otra por casualidad, ¡qué sé yo! (risas).
Ambas películas representan extremos dentro de las posibilidades que yo puedo hacer, e incluso dentro del cine que se estrena. Pequeña flor apuesta por la libertad formal y combina elementos narrativos. Es como una especie de caja de sorpresas y una película que yo me propuse como un pequeño parque de diversiones. La otra (Argentina, 1985) es una película histórica con una forma narrativa como clásica que quiere incluso dialogar con.. ¡qué sé yo!… ¿con el cine americano de la era de los 30, 40? En definitiva, con una forma cinematográfica mucho más ortodoxa.
Las dos se estrenan este año pero yo no las pongo a dialogar porque creo que el único punto en común que tienen es que yo soy el director. Son diferentes formas de narrar.
P. No sé si te consideras un director ecléctico pero pasar de repente de un estilo más clásico a algo tan extravagante como Pequeña Flor me llama la atención. No sé si fue una especie de divertimento.
Santiago Mitre. Nunca planifico. Por ahí hay directores que planifican más sus movimientos y, bueno… yo a veces sí y a veces no. Esta película la hice como un fan, como una oportunidad para hacer cosas que no había hecho antes, pero también surgió por puro placer. Le tengo mucho respeto a Iosi Havilio (autor de Pequeña Flor, la novela en la que se basa la película). Me gusta mucho su obra previa y cuando leí Pequeña Flor me pareció una obra hermosa, una historia sentimental y moderna que combinaba un montón de cosas que me parecían interesantes. Hablando con él nos pareció que podía hacer una película sobre la novela y que ésta me abría muchas posibilidades de experimentación y de juego. La productora francesa con la que suelo trabajar (Maneki Films) me dio el «ok» pero me pidió que la filmásemos en Francia. La libertad que ya de base tenía la película me permitió trabajar de una forma que no había trabajado antes.
Las películas que venía haciendo hasta ahora tenían que ver con cómo se trabaja lo político y cómo se trabaja el poder. Unas complementaban a las otras y tenían más que ver con un «cuerpo cinematográfico» más ordenado que supongo que continuaré haciendo porque tiene que ver con mis intereses como cineasta. Pequeña Flor abre una puerta hacia otra forma que también me gusta mucho y que espero continuar explorando.
P. A la hora de construir el relato con tu co-guionista habitual, Mariano Llinás, ¿qué es lo que sobrevivió de la novela? ¿Cuál fue el núcleo duro que no quisisteis tocar?
Santiago Mitre. La película es muy fiel a la novela aunque siendo completamente distinta. Al ser todo el libro un monólogo interior tuvimos que adaptar los personajes y darles entidad. Hay cosas que se cambiaron mucho, pero creo que lo esencial está.
Santiago Mitre: «La mamá y la puta es una de mis películas favoritas de la historia y forma parte de una época del cine que yo amo»
P. No he leído la novela pero me parece curioso el cambio de narrador. En la novela es el protagonista y en la película su vecino. Sabiendo lo que ocurre, resulta perverso el cambio de punto de vista.
Santiago Mitre. Esa idea apareció en la posproducción y es bastante cómica. Creo que, a pesar de los asesinatos y el tono de humor negro, la cinta se termina decidiendo por una variante mucho más luminosa. Hay algo juguetón en la trama y en el acercamiento a los personajes. La película tomó un camino mucho más cómico que el de la novela, que es un poquito más perturbadora. De hecho, el final (el cual no voy a contar por si alguien quiere leer la novela) era pfff… digamos que era imposible en términos de puesta en escena.
Pequeña Flor – Tráiler Argentina
P. Hay una frase de la película que me parece que condensa bastante bien tanto el sentido como el absurdo de la película. Es algo que dice el personaje de Vimala Pons mientras ordena unos dibujos del protagonista: “Es un poco como la vida. Este desorden no cuenta nada… y al final cuenta que no cuenta nada”.
Santiago Mitre. Sí, justo. Es algo así como «al final nada parece que tenga sentido pero en realidad sí lo tiene». La frase fue improvisación de la actriz.
P. ¿Cómo fue trabajar con Françoise Lebrun? Me llamó la atención verla fugazmente en un registro tan cómico siendo que la última vez que la pudimos ver fue en un papel tan dramático como el que interpretó en Vórtex de Gaspar Noé.
Santiago Mitre. Nosotros cuando armamos la película la veíamos como un contrapeso al personaje de Melvil Poupad. Él despertaba las pulsiones reprimidas del protagonista mientras que Lebrun era una especie de hada buena. Creo que el montaje hizo que su personaje se viese mucho más chico de lo que era en la escritura.
La mamá y la puta es una de mis películas favoritas de la historia y forma parte de una época del cine que yo amo. Poder trabajar con Françoise Lebrun fue un privilegio.
Santiago Mitre: «‘Pequeña flor’ y ‘Argentina, 1985’ representan extremos dentro de las posibilidades que yo puedo hacer, e incluso dentro del cine que se estrena».
P. Sergi López está espectacular. ¿Era su personaje español en la novela?
Santiago Mitre. No, qué va. La novela transcurre en Argentina. La idea de introducir a Sergi surgió tras haber coincidido con él en un Festival de Cannes, en una fiesta donde estuvimos charlando y en la que él me pareció un encanto de persona y un delirante hermoso. Cuando empezamos a pensar en un intérprete para el personaje me vino a la cabeza. Sergi se formó en Francia y para estos juegos idiomáticos en los que nos metimos con la adaptación nos venía de lujo.
Sergi fue, sobre todo, un problema. Él es un actor que tiene una energía arrolladora y nos hacía cagar de risa tantas veces por escena que teníamos que parar las tomas para reírnos tranquilamente. Yo me di cuenta de que si quería que la película fuera placentera y que irradiase esa cosa divertida que yo creía que tenía debía dejar a los actores mucha libertad para jugar de una manera alocada. Si todos nos divertíamos algo podría traspasarse a la pantalla. El rodaje fue muy divertido, aunque el montaje muy duro.
P. Si no he entendido mal, la moraleja de la película es algo así como «para llevar una vida feliz en pareja y huir de los sinsabores de la rutina debo buscar estímulos tales como asesinar a mi vecino».
Santiago Mitre. (se ríe) Bueno… no. Creo que la moraleja es que no hay moralejas; que hay que aprovechar las posibilidades que da la ficción como forma de divertimento. El cine también es eso: no encontrarle lógica a las cosas pero poder disfrutarlas.
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