Informa el diario digital Cordópolis en una noticia con fecha del 18 de octubre que “no es lo mismo vivir en Peñarroya Pueblonuevo que en Nueva Carteya”. Dice esto porque Nueva Carteya es el pueblo más pobre de la provincia de Córdoba según su renta, mientras que Peñarroya-Pueblonuevo entre otros, antes pueblo esencialmente minero a excepción de la comparativa con Cabra y Montilla o Lucena, no lo son.
Cordópolis, no sin razón, justifica el nivel de pobreza por su “dependencia de este municipio de las ayudas del antiguo PER (y) su configuración económica (un pueblo con gran presencia jornalera)”. Curiosamente, el diario Córdoba titulaba en su noticia del 6 de noviembre del corriente que “los pobres quieren dejar de serlo y piden un trabajo digno y no migajas”. Yo he pensado en mi pueblo, Nueva Carteya, que, según los datos, repito, es el pueblo por renta más pobre de la provincia. No porque quiera serlo, sino porque no tiene otro remedio, no tiene otro sustento, no tiene otra alternativa. O trabajas del campo, o emigras a la vendimia, o nada. Pero ni el campo da para mucho, ni la vendimia da para otro tanto, ni el PER da sino para salvar el pan y el queso racionado para la comida. Tristemente, Nueva Carteya es el pueblo más pobre de la provincia de Córdoba, más que pueblos limítrofes como Doña Mencía, o Espejo o Iznájar a la que ya ha adelantado.
Urgen políticas entorno a este asunto. Urge que las autoridades municipales clamen a las autonómicas e incluso ante las estatales para que Nueva Carteya no sea un pueblo estrictamente dependiente del olivar, por muy enseña que sea de la belleza natural de este pueblo. Urge políticas para atraer empresas, industrias, para hacer que un monocultivo no monopolice los cuatro duros que ganan los jornaleros con sudor y fatigas. Urgen medidas contra la pobreza que pasa, en este caso, con la lucha por conseguir que la innovación y la apuesta sean artífices del motor económico de esta localidad cordobesa. ¿Es difícil? Sin duda. Pero cuando los políticos sean capaces de aunar esfuerzos mano a mano, cuando sean capaces de comprender que lo que ahora le importa a Nueva Carteya es el trabajo, la alternativa, la variedad; cuando peleen no por intereses propios y fantasmagóricos a veces, sino por construir una Nueva Carteya próspera y no dependiente en lo posible, habremos salteado la maldición de estar mirando al cielo cuando no llueve, o al precio que las multinacionales decidan del rico oro de la aceituna.
Es hora de remangarse y meterse en el barro absolutamente todos. Hora de aparcar disputas ideológicas, hora de trabajar por el trabajo de quienes dentro de poco se levantarán antes del alba para ganarse el jornal de unos pocos meses. ¿Será imposible? Puede ser.
Pero lo que sí es imposible es vivir con lo poco del PER, con lo poco de los peones, con lo poco de la vendimia, con lo poco que tenemos. Sí es imposible y triste que si quieres vivir tengas que renunciar a tu pueblo y emigrar porque, como decían los antiguos, o estudias o te vas al campo de cabeza. Es triste ser el pueblo más pobre de Córdoba. El pueblo del olivo, del aceite y del letargo que duerme a la espera del milagro de tener algo más que un trabajo de campo. ¡El milagro de alguna alternativa!
Un gobierno sin altura de miras o sin capacidad para mirar mas alto al cual nadie se atreve a criticar ni por equivocacion por si las moscas no me avisan al paro o peor