Inicio OPINIÓN Don Francisco García Velasco, hijo adoptivo de Espejo

Don Francisco García Velasco, hijo adoptivo de Espejo

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El pasado día 30 de Abril la Corporación del Ilustrísimo Ayuntamiento de Espejo (Córdoba) concedía al sacerdote Don Francisco García Velasco la distinción de Hijo Adoptivo de la milenaria villa que se alza señorialmente sobre la llanura de la campiña cordobesa. Tal distinción, la más sobresaliente que un pueblo puede otorgar a una persona no natural de la misma, es un agradecido reconocimiento a quién, por más de 20 años, ha entregado su vida en servicio a unos ciudadanos, integrándose con ellos y siendo uno de ellos. Don Francisco, el cura de Espejo, por su sencillez y cercanía, por su naturalidad y personalidad, por su carisma y su don, por su bondad y sabiduría, profesor y artista, es parte imprescindible de la historia y del día a día de esta localidad cordobesa que ha reconocido en su pastor a un amigo, un hermano y un padre campechano que les acompaña y sostiene tanto en los momentos fáciles como en los amargos y dolorosos. Toda una vida entregada al servicio del Evangelio y de unos habitantes con quienes se ha hecho uno de los suyos. Tiene carisma este sacerdote bueno y fiel. Tanto tiempo con ellos que su impronta y genio forma parte de la idiosincrasia misma de esta bellísima atalaya de la campiña cordobesa.

Don Francisco bien pudiera ser ejemplo de tantos sacerdotes anónimos que se gastan por los demás desde el silencio, a veces desde la incomprensión, la soledad y la gratuidad. Hombres que un día se dieron sin interés alguno, solo el de anunciar a Cristo, sirviéndole en los más pobres y abandonados. Hombres que celebran los sacramentos, signos de la acción poderosa de Dios; que acompañan y sostienen, que rezan e interceden, que cuidan y se preocupan por aquellos a quienes tienen confiados. Hombres criticados, observados, cuestionados. Pero hombres de Dios que hablan de Dios a los hombres y a Dios de los hombres. Son sacerdotes, ministros de la Iglesia, servidores de su comunidad, héroes. En don Francisco el sacerdocio queda dignificado gracias a su reconocimiento. En don Francisco el mensaje de Jesús se hace claro y cotidiano, simple y asequible: Jesús habla a los hombres con el lenguaje de los hombres. Y también está disponible: don Francisco siempre está disponible, como cualquier cura, con los brazos abiertos y la sonrisa en su rostro; presencia discreta y oculta, desconocida y fiel. El sacerdote es amigo de los buenos. Entrega total.

Muchos viernes almuerzo con él en Casa Lorenzo. Me sorprende su alegría contagiosa, su cultura, su sentido actual y real de las cosas. Como muchos sacerdotes, don Francisco es un cura bueno. Para mí es un orgullo compartir mesa y mantel con el hijo adoptivo de tan ilustre pueblo que ahora tiene mi vecino Espejo. Don Francisco es un artista, un artista ejemplar, un sacerdote. Un amigo, ¡bendita palabra!, de los de verdad. Genio y figura. Es ahora el adalid de tantos curas que desde el anonimato entregan lo que tienen y lo que son por el bien de los demás en una sociedad que los rechaza, vitupera y crucifica.

Seguir a Jesucristo de la mano de don Francisco es fácil y atractivo. ¡Interesante!.

Muchas felicidades, amigo. Muchas felicidades, padre.

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