Antonio tiene 26 años, ha nacido y vive en Alfoz, un pequeño pueblo de la costa de Lugo. Cada año Alfoz cuenta con menos empadronamientos y con una población cada vez más envejecida. Pertenece a la España vaciada. Con este panorama cualquiera optaría por irse a la ciudad. Sin embargo, este joven gallego tiene claro que no quiere residir en otro lugar. Su proyecto de futuro es vivir y trabajar en el campo.
Cada mañana Antonio se levanta a las siete de la mañana. Trabaja en Ganadería Casa Barbeiro, una explotación de vacas lecheras. No está lejos de su casa, pero lo suficiente como para que tenga que coger el coche. En su pueblo no hay medios de transporte público. Su primera tarea al llegar a la granja es verificar el estado de los animales, que no se hayan hecho daño y que estén como los dejaron la noche anterior.
Comprueba también si ha habido algún parto. En caso afirmativo, ayuda a las crías en su primer día de vida. Inmediatamente se encarga de prepararles la comida con la ayuda de un tractor debido a las dimensiones de la explotación. En ese momento acaba su rutina. Cada día en el campo es diferente.
Antonio vive en un pequeño pueblo del norte de Lugo. En contraposición con los pueblos vecinos que se mantienen gracias al turismo en Alfoz predomina la industria, la ganadería y la agricultura. Los habitantes que no quieran dedicarse a estos sectores deben buscar trabajo fuera.
Cuando terminó sus estudios obligatorios cursó un ciclo medio en Electromecánica. Luego de pasar por varios talleres de automóviles se dio cuenta de que ese no era su trabajo soñado. Años más tarde realizó un curso formativo sobre el buen cuidado de los animales y fue cuando descubrió su pasión. Actualmente lleva un año trabajando en la granja que empezó.
Desde pequeño, Antonio ha tenido claro que quería echar raíces en su pueblo natal. Cuando se le pregunta no sabe decir el motivo, pero se ve en sus ojos un brillo especial al escucharle hablar de Alfoz. “Siempre he tenido claro que quería quedarme a vivir en mi pueblo. Mi suerte fue encontrar un trabajo de lo que me gusta a un kilómetro de mi casa. No concibo irme fuera, no sería feliz», señala.
Sus deseos de quedarse a vivir allí tienen cientos de motivos. Adora la gente del lugar, su espontaneidad, su forma de ser y su carácter natural. El ambiente del pueblo, no solo en días de fiesta sino durante todo el año. La libertad que le da el respirar aire puro. Poder pasar tiempo con su familia y amigos, la mayoría residen en Alfoz, y poder disfrutar de su mayor pasión, los caballos. “Cuando el trabajo me lo permite me gusta salir a dar un paseo a caballo, me libera la mente”, asegura Antonio. Sin embargo, también es consciente de que su pueblo no le puede dar todas las comodidades que sí encuentra en la urbe.
A la pregunta de qué le ofrece el rural que no lo hace la metrópoli sí que lo tiene claro, “el campo me da todo lo que no puedo encontrar en la ciudad, allí no puedo disfrutar de la libertad, no puedo salir y dar una vuelta a caballo. Me aporta felicidad, aunque el esfuerzo sea mayor”. El mundo rural no descansa y tiene que trabajar seis días a la semana, pero no le importa. En la cara de Antonio se esboza una sonrisa y termina, “al final del día sabes que tu dedicación vale la pena”.
En 1999 Alfoz contaba con 2500 habitantes. Diecinueve años más tarde esta cifra se ha reducido en casi 1000 personas. Asimismo, en un periodo de tres años (2015-2018) el número de empresas se redujo en un 6%.
Elaboración propia a partir de EpData
Antonio está orgulloso de vivir y trabajar en el mundo rural y lleva por bandera la frase de “si el campo no trabaja, la ciudad no come”. Es por ello que demanda una mayor atención por parte de los políticos ya que en muchas ocasiones se ha sentido desprotegido. “Estamos hartos de que quien tome las decisiones sobre el sector primario lo haga desde un despacho”, sentencia el joven.
Cuando Antonio decidió dedicarse a la ganadería no todo el mundo le apoyó. Muchos le decían que por qué no se dedicaba a otra cosa, que la ganadería no tenía futuro. Sin embargo, decidió seguir adelante. “De mis compañeros de clase, solo yo me dedico al sector ganadero, muchos de ellos se han ido a vivir a pueblos de los alrededores. A todo el mundo le gusta tener sus propios animales”, dice Antonio. Su sueño sería montar su propia explotación ganadera “preferiblemente de carne” ya que esta le gusta más.
Granja Casa Barbeiro. Foto: Campo Galego
El campo gallego se ha convertido en el refugio de este ganadero, al igual que ha ocurrido con otros 3.977 jóvenes gallegos que se han incorporado al sector agrícola en los últimos diez años, al menos los que han recibido la “prima de incorporación”. Esta subvención económica busca ayudar a quienes se quieran establecer en el mundo rural. De acuerdo con la Xunta de Galicia, los requisitos para recibir esta prima consisten en ser agricultor activo, poseer una contabilidad específica Feader (Fondo Europeo Agrícola de Desenvolvemento Rural) o un código contable específico. También tener entre 18 y 40 años, así como la obligatoriedad de mantener la actividad durante cinco años después de haber recibido la prestación económica. Además, deben recibir una formación, que se adecue a su actividad dentro del sector, con una duración de 250 horas como mínimo. Antonio reconoce que el sector ganadero está, en muchas ocasiones estigmatizado.
“Se tiene la concepción de que se trabaja como hace cincuenta años y no es cierto”
Asegura que en los últimos años ha habido muchos avances tecnológicos aplicados al sector. “El tractor que yo conduzco lo controlo mediante un ordenador y el celo de las vacas se conoce a través de una aplicación.” A pesar de estos avances sabe que no son suficientes para lograr que más jóvenes se queden en el rural. “Me gusta lo que hago, pero también tengo los pies en la tierra y sé que no todo el mundo lo elegiría”.
Con suerte, llega a casa a las siete de la tarde. Se ha pasado todo el día trabajando. Sin embargo, está feliz por poder dedicarse a lo que le gusta. Tener un proyecto de vida, una ilusión. Poder estar cerca de su familia y amigos. Cuando llega a su vivienda todavía tiene que atender a sus animales, prepararles la comida y acomodarlos en su cuadra. Luego cena y se va a dormir, mañana será otro día.
863 años de tradición
Con el paso de los años la mayoría de los pueblos de España se han ido quedando vacíos.
Esto implica también perder las tradiciones que antaño se celebraban. Sin embargo, este no es el caso de las fiestas y ferias de As San Lucas. Este festejo se lleva celebrando en el ayuntamiento de Mondoñedo desde la época del Rey Alfonso VII cuando éste le concedió el título de ciudad en 1156. Se convirtieron así As San Lucas, en la feria de ganado con más tradición de Galicia y una de las más antiguas de Europa. Cada año se pone en valor el sector ganadero y más jóvenes deciden continuar la profesión de sus padres como “tratantes” (nombre con el que se denomina a las personas que viven de la compraventa de ganado).
Pablo tiene 60 años y lleva asistiendo a la feria desde que tenía 10, “antes solo había caballos, las vacas y la maquinaria agrícola son más recientes”. Si bien es cierto que la tradicional feria ha ido evolucionando con el paso de los años, As San Lucas siguen siendo un punto de referencia para el sector ganadero en Galicia.
Foto: Claudia Pena
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