La vuelta a lo que denominan ‘nueva normalidad’ en los conciertos sorprende, al menos la primera vez. Mucha cultura ha tenido que posponer, que no cancelar, sus actuaciones. Pero no es el caso de Sofía Ellar. Por ella y, sobre todo, por su equipo. Anoche, la cantautora realizó en Priego de Córdoba su segundo concierto de la era post COVID-19. Con todas las medidas de seguridad, las mascarillas y un público sentado en mesas de cuatro sillas, lo primero que hizo Ellar fue pedir un minuto de silencio «al que tenemos que homenajear. Silencio que ha reinado» durante estos meses. De repente, y sin estar preparado, todo el público se levantó emocionado para esos sesenta segundos que recogen ya parte de la historia de toda la sociedad.
Tras el silencio que atrapó a todo el recinto ferial, empezó con Mundos, sin micrófono y guitarra en mano. Un silencio que estaba pendiente de ella. Le siguió su banda mientras se marchó a cambiar de vestuario y más tarde salió a buscar la luna llena con su Nota en Do. Tus movidas crearon ritmo con palmas y movimientos de brazos. Comenzaba la alegría. Y como si de un capricho se tratara, pero no en soledad, Segundas partes entre suicidas culminaba a capella con el público. Precioso.
La voz tan personal y el estilo tan propio de la artista junto a su energía continuó animando y haciendo disfrutar a los espectadores, sobre todo gente joven, con Verano con lima, aunque más que lima hubo una pequeña corriente de aire que alegró a todos los asistentes de la subbética cordobesa. La nostalgia hizo mecha con Versión de cobarde, El Rayo verde o Ana, con la que volvió a coger la mascarilla para bajarse y cantar con el público al ritmo de las linternas de los móviles.
Con Rock & Roll es de chiquillos supimos que ese banco existía tanto como el perfume y la melancolía, junto a la serenidad, tomaron forma. Un concierto íntimo en el que se escucharon las canciones creadas durante la pandemia, Barrer a casa y Si es Roma amor, y se pudo disfrutar de la música.
El concierto llegaba a su fin y no faltó Bañarnos en Vaqueros. Pero el remate final se hizo con Ahora dime y el público cantando ella. Ellar no pisó el escenario ‘De puntillas’ sino que, quitándose los zapatos mientras cantaba, pisó bien fuerte y descalza para hacer una voltereta-pino triple que demostró la ilusión y alegría de volver a lo que el virus había quitado.
Pese a esta nueva forma de dar conciertos, la londinense mantuvo a todo el público unido a sus canciones. Porque Sofía Ellar, además de cantar, es pura energía. Atrapa al público y, si ella anima a hacer palmas, todos hacen palmas. Que pide que canten con ella, cantan con ella. Al final, y como hablamos en la entrevista (que saldrá pronto), se trata de un sueño. Ella vive el sueño cada día y lo contagia. Se siente viva, y los demás vivimos.
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