El COVID-19 se ha extendido ya por más de 190 países alrededor del mundo. Ayer se superaron los 823.000 contagiados a nivel mundial. El panorama creado por esta pandemia global es sin duda dramático. La falta de suministros, mascarillas, guantes, camas de hospital e incluso de personal sanitario, protagonizan día a día los titulares de todos los medios. El virus con origen en Wuhan ha roto ya la rutina de la mayoría de países del globo.
El caos ha invadido Europa, donde toda la economía y la actividad habitual ha quedado supeditada a las medidas de contención del COVID-19. Italia, España, Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza y Turquía encabezan la lista de países con mayor número de afectados, solo precedidos por EEUU. El antiguo continente afronta estos días una fuerte crisis diplomática ante la ausencia de una respuesta conjunta. Los miembros de la Unión Europea decidieron, en primer lugar, y se han visto obligados después, a actuar de manera independiente. Permanecer en casa, el lavado de manos adecuado y el uso de mascarillas en caso de estar infectado son las tres premisas esenciales para combatir este virus, pero ¿qué pasa cuándo no se dispone de casa o agua?
El Coronavirus ha excedido las fronteras europeas, a la par que la gran potencia estadounidense ve como se multiplica el número de positivos cada día en su territorio, el virus se extiende por el continente africano. Allí, la mayoría de países se ven incapaces de hacerle frente: 41 de los 56 países africanos cuentan con menos de 0,5 médicos por cada 100 habitantes (España cuenta con 3,9), El Níger cuenta con 1 sanitario por cada 50.000 personas. Además, los hospitales se saturarán con pocos casos ya que 23 de estos países tampoco alcanza las 10 camas por cada 10.000 habitantes (España dispone de 30). Esta situación podría desencadenar situaciones dramáticas no solo para los positivos en COVID-19, sino también para los pacientes de tuberculosis, VIH, malaria o malnutrición.
La directora de la Organización Mundial de la Salud para África, Matshido Moeti, calificó la semana pasada como «evolución dramática» el aumento del número de positivos en el continente. También la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para África de la ONU, Vera Songwe, advertió de que África está solo a dos o tres semanas de evitar «una tormenta tan brutal» como la de Italia o España.
«Una epidemia en un campo de desplazados puede ser catastrófica»
Al médico guineano Mamady Traoré, experto en enfermedades tropicales e infecciosas de Médicos Sin Fronteras, le preocupan especialmente Burkina Faso, el noreste de Nigeria y Mali. Señala que «son zonas con mucha población y mucha violencia» y añade «una epidemia en un campo de desplazados puede ser catastrófica». El sanitario quiere ser relativamente positivo ya que el continente africano tiene una amplia experiencia en enfrentar epidemias como el cólera, el ébola o el sarampión, con las que se han desarrollado herramientas de contención. Sin embargo, apunta a que las cifras «están enormemente subestimadas» ya que apenas se están haciendo test.
El Coronavirus también se ha extendido por los países en vías de desarrollo de Asia. India alcanzaba ayer los 1.397 positivos, donde ya se ha cobrado 35 vidas. Este país preocupa de manera especial por su elevada densidad de población, que alberga a 17% de los sin techo del planeta. Se calcula que entorno al 80% de ellos no disponen si quiera de carné de identidad, lo que les hace invisibles a ojos de la sociedad. No obstante, son los más vulnerables ya que la escasez de alimentos, agua y facilidades de una vida digna, ha derivado en muchos casos en enfermedades crónicas.
La situación tampoco es favorable en los campos de refugiados. Este drama sí toca de cerca a Europa puesto que hay mas de 142.170 desplazados sirios en Grecia. Aunque por desgracia no es el único, el campo de Dollo Ado (Etiopía) acoge a 245.000 personas y en el de Daabab (Kenia) hay 220.000 refugiados según datos oficiales. Son 185.000 en Kakuma, también en Kenia, 70.000 en Yida (Sudán del Sur)y 77.781 en Zaatari (Jordania). En Bangladés se ha superado ya la escalofriante cifra de 670.000 refugiados. Según datos de ACNUR, en total son 126 países que albergan 420 asentamientos y campos refugiados, que se encuentran desprotegidos ante este virus que acentúa su ya grave falta de alimentos y vacunas. Decenas de ONGs se han visto obligadas a cancelar sus viajes a estos destinos, para evitar la propagación del COVID-19 entre este colectivo tan sensible y llaman a la comunidad internacional para que no queden abandonados.
Esta pandemia también ha llegado a las regiones más pobres de Sudamérica, Haití registraba ayer 15 casos. República Dominicana, con 1.109 positivos y 51 muertes, presenta uno de los focos más preocupantes del continente. En América latina Brasil encabeza la lista de afectados con 5.717 casos confirmados y 201 muertes, seguido de Ecuador con 2.240 casos y 75 decesos. Casi todos estos países han decretado ya esta pasada semana el confinamiento, más o menos estricto, aunque la falta de recursos y medios para hacer frente a la pandemia preocupa gravemente también en esta zona del globo.
«Las respuestas individuales no serán suficientes»
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, fue claro el pasado miércoles: «El COVID-19 está amenazando a toda la humanidad, por eso toda la humanidad debe defenderse». Por ello, presentó una petición para movilizar 2.000 millones de dolares destinados a 51 países con sistemas de sanidad débiles, de Sudamérica, África, Oriente Próximo y Asia. «Las respuestas individuales de los países no serán suficientes», aseguraba. Esta solicitud tiene como objetivo el suministro de equipamiento de laboratorio necesario para el diagnóstico del virus así como suministros médicos para poder ofrecer el tratamiento. Entre otras medidas, se encuentra también la instalación de puntos de lavado de manos para los campos y asentamientos de refugiados y campañas de información de prevención.
El secretario general adjunto de Asuntos Humanos, Mark Lowcock, secundó estas declaraciones, «el coronavirus está llegando ahora a lugares donde la gente vive en zonas de guerra, tiene dificultades para acceder a agua limpia y jabón, y no tiene ni siquiera la esperanza de una cama de hospital si enferma gravemente».
Si no se diese una respuesta internacional, el COVID-19 podría cobrarse millones de vidas más allá de nuestras fronteras, desde la ONU recalcan que «es una cuestión de solidaridad humana básica y es crucial para combatir el virus».
Imagen: Flickr
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